El BRZ ya entra por la vista, gracias al acertado diseño de una carrocería de 4,3 metros de largo que puertas adentro acoge un habitáculo de 2+2 plazas. Es decir, las posteriores mejor para niños, un adulto casi ni cabe. Quienes viajan delante, en cambio, van como reyes subidos a unos excelentes asientos y el conductor, perfectamente encajado con el conjunto volante-pedales-cambio.
A esto añade unos neumáticos estrechos (en medidas 205 o 215, según versión) para lo que se estila estéticamente, pero que no han sido elegidos al azar.
Su función es lograr, sin recurrir a un caballaje excesivo, que el coche ofrezca una respuesta muy deportiva. De hecho, en esa línea trabajan los frenos, el control dinámico de estabilidad con diferentes niveles de desconexión y, sobre todo, el cambio manual. Al menos en las unidades que pudimos probar, estaba mejor acoplado que el automático secuencial, con el que al coche le faltaba algo de mala leche.